< Enfermedad >
Y, sin duda, dos cuerpos que se descubren, nunca dejan de ser, en algo, iguales, de la misma carne. No era soberbio pensar que él, después de morir, aún perduraría en ella, hasta su muerte. La había amado sintiéndose su sangre y su corazón; estaba en ella y él, de la misma manera, le pertenecía.
...
Ella lo llevaba de la mano. Apenas un roce, pero de una posesión, de una vuluptuosidad increíble. Toda su vida estaba concentrada en ese roce delicado. Y era como si reposaran en una luz que los apartaba de cualquier mirada.
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Ella lo llevaba de la mano. Apenas un roce, pero de una posesión, de una vuluptuosidad increíble. Toda su vida estaba concentrada en ese roce delicado. Y era como si reposaran en una luz que los apartaba de cualquier mirada.
4 comentarios
Miguel -
* SaRa * -
Marta -
Miguel -
;-)